Continúa la historia: interviene la Iglesia y caminamos a la unificación

Un acontecimiento significativo viene a dar un giro a nuestra historia: la promulgación de la Constitución Apostólica “Próvida Mater Ecclesia”, el 2 de febrero de 1947. Con ella, el Papa Pío XII aprobaba una nueva forma de vida consagrada que el Espíritu Santo había suscitado en la Iglesia: los Institutos Seculares.

Esta consagración total a Dios, vivida en el mundo y desde el mundo, coincidía perfectamente con la inspiración profética de San Antonio María Claret, descudo_claretianosando todo su sentido a las palabras con las cuales, en la Introducción del Libro, motiva su proyecto: “…así me lo hace creer un pensamiento que el Señor me ha inspirado”.

El eco que desde el primer momento encuentra en la Congregación de los Hijos del Corazón de María la nueva Constitución, no deja de ser elocuente. El Rvmo. P. General, Nicolás García, dirige a todos los Provinciales una circular fechada el 18 de marzo del mismo año que expresa por sí misma la íntima relación de este nuevo camino de vida consagrada en la Iglesia y la inspiración del Fundador.

Los mismos Padres Misioneros, que habían trabajado por la fundación de esos Centros autónomos de los que hablamos en anteriores entregas, comienzan a advertir la necesidad de darles un aire común y, con una visión certera del futuro, se empieza a crear conciencia de unidad en todos los Centros.

En este proceso, el Centro de Madrid desempeña un papel decisivo. Toma la iniciativa de dirigir a los restantes centros una carta circular invitándolos a mantener intercambio epistolar. Poco a poco se comienza a considerar al Centro de Madrid como “Centro Provincial” y es Madrid quien convoca a los otros Centros para una primera estadística de miembros y para realizaciones conjuntas, como Ejercicios Espirituales o Encuentros de formación.

Pasados unos años, se deja sentir, cada vez más, la necesidad de caminar hacia la unidad de criterios, de organización y de gobierno.

Con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona (1952), en el que estuvieron representados casi todos los Centros españoles, se tuvieron varias reuniones para intercambiar ideas.

En algunas de estas reuniones tomó parte el P. Gerardo Escudero, CMF, amante del pensamiento de San Antonio María Claret y conocedor profundo del Derecho, explicó en esas reuniones a los miembros congregados las posibilidades que Filiación tenía de adaptarse a la forma de los Institutos Seculares. Puso de relieve cuán necesario era, para lograrlo, crear una conciencia de unidad y de gobierno con una fuerte organización interna.

Siguiendo aquellas directrices, se hizo un estudio del estado que presentaba la Institución entonces, de los frutos logrados, de las posibilidades de perfección y apostolado que ofrecía, enviándolo a los superiores mayores de Roma. En los Estatutos de 1951, aprobados por el R. P. Pedro Schweiger, y editados por vía de experimento y para uso privado, se advierte la existencia de un régimen de gobierno bilateral.

La vida de Filiación Cordimariana estaba gobernada, según los Estatutos, por el Director General (Superior General de los Misioneros Hijos del Corazón de María), el Director Provincial y, de hecho, el Director Local, con el complemento secundario de las “Presidentas”.

El Instituto carecía de la presencia viva de un Fundador que agrupara en torno a él a todos los miembros y gobernara con igualdad de principios y de criterios, lográndose la unidad en el vértice. Toda la autoridad residía –en cada Centro– en el P. Director que, como auténtico Superior, gobernaba, quedando relegada a segundo plano la Presidenta. De la inteligencia entre ambos dependía la buena marcha del Centro. Cada grupo tenía independencia absoluta, y la interpretación de los Estatutos era también local. Esta independencia y autonomía impedían la unidad interna de Filiación Cordimariana: los miembros se sentían vinculados a sus Centros y, en muchos casos, al P. Director de los mismos, pero no vinculados a la Institución en cuanto tal.

Tanto los miembros más lúcidos del naciente Instituto como los PP. Claretianos que comprendían en toda su hondura el pensamiento del Padre común con respecto a Filiación Cordimariana, advierten que ha llegado el momento de dar los pasos necesarios para unir en un solo cuerpo esos grupos dispersos.

Pero antes es preciso mencionar algunas cuestiones importantes que precedieron a la deseada unificación.

Hemos dicho que el Centro de Madrid tomó la iniciativa en el proceso de unidad. De Madrid salieron las primeras circulares convocando al intercambio. En Madrid nació la revista “Cor Unum”, en 1950. También del Centro de Madrid se “exportó” a los otros Centros el Ceremonial, el Oracional, las insignias, etc.

En Madrid se publicó el Himno, en 1947, con letra del P. Gregorio Prieto y música del P. Ruperto Iruarrízaga.

En 1954 –otro año clave para Filiación Cordimariana– los Superiores comisionaron a varios Padres, entre ellos al P. Gerardo Escudero, para elaborar unos nuevos Estatutos que dieran a Filiación Cordimariana la organización de Instituto Secular.

Esta medida, que bien pudiera llamarse decisiva en la evolución y marcha del Instituto, no pudo llevarse a cabo sin que se dejase sentir una crisis de adaptación en algunos miembros y Centros, formados con una mentalidad diferente. Fueron años difíciles. No obstante, la unificación y el paso de las responsabilidades de gobierno a la propia Institución infundieron nueva fuerza y vitalidad.

En el mes de noviembre de 1954, en conformidad con los números 87 y 99 de los Estatutos entonces vigentes, el Rmo. P. General de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, haciendo uso de sus funciones, nombra por sí mismo el primer Gobierno General de Filiación Cordimariana. Lo preside Carmen Álvarez, I Consejera y Vicedirectora: Teodora Gutiérrez, II Consejera y Secretaria: Manuela Flores, III Consejera: Juana Ballesteros, IV Consejera: M. Cruz  Escobar, Administradora: Carmen Juana Rupérez.

descargaDesde este momento, el Gobierno electo asume la responsabilidad a nivel internacional, con la sede central en Madrid, quedando de esta suerte dependientes del mismo todos los Centros hasta entonces constituidos.

Su tarea, ciertamente, no fue fácil. Muchos eran los retos que debía afrontar. Destacamos, entre ellos, la necesidad de depurar la admisión de los miembros, procurar una mayor formación, lograr unidad de criterios en aspectos fundamentales de la vida del Instituto, caminar hacia la unidad de gobierno…

De alguna manera y muy tímidamente aún, Filiación Cordimariana comienza a caminar sola, comienza a crecer. Y no hay crecimiento sin dolor.