Me llamo Rocío, soy trabajadora social y ejerzo mi profesión en el ámbito de Menores. Concretamente, con niños y niñas que han quedado en Desamparo y, bajo la tutela legal de la Junta de Andalucía, conviven con sus familiares debido a la incapacidad de sus padres para atenderlos de manera adecuada.
Cuando pienso en el Corazón de María se me viene a la cabeza una sola palabra: MADRE. Una palabra que te llena la boca cuando se pronuncia. Esa MADRE que te ampara, te cuida, te protege, te ama hasta el infinito sin esperar nada a cambio con una generosidad y un AMOR tal, que sólo ELLA puede dar.
El Corazón de María se hace presente en cada familia acogedora que se hace cargo de un niño/a que ha tenido que vivir situaciones de máximo dolor a una edad muy temprana, aquellas que hacen de Madre cuando precisamente sus padres biológicos «no están». Se hace presente en cada compañero/a que se implica hasta el extremo por ayudar a ese niño/niña que necesita amor, cariño, comprensión y protección.
Por mi parte, cada día intento llevar el Corazón de María a todas las personas con las que comparto mi realidad. No hace falta decir que eres cristiana, sino demostrarlo, por ello, en mi ámbito laboral, donde prima el ateísmo, la indiferencia e incluso la persecución a la Iglesia, llevo a mi MADRE CONMIGO, o mejor dicho…me lleva Ella. Cada día intento transmitir alegría y comprensión, empatizando tanto con las familias, niños y compañeros y preguntándome que le diría Nuestra Madre en cada situación que plantean.
A pesar de ello, creo que el Corazón de María debe estar más presente, por ejemplo, en las disputas que se viven entre la familia de acogida y la familia biológica, así como en aquellos momentos en los que los compañeros y las personas, en general, nos olvidamos de ser un apoyo, de facilitar el trabajo, de respetar las diferencias de ideología, creencias, pensamiento, en definitiva…. Cuando nos olvidamos de amar.