El Papa Francisco nos tiene acostumbrados a las sorpresas, son muchos sus gestos, palabras y actitudes que nos rompen los esquemas y que abren nuestra mirada y nuestro corazón a una realidad más grande y mejor, la realidad del Evangelio. Pero este año realmente nos ha desbordado, no hemos acabado aún de «abrir» el regalo del Año de la Vida Consagrada, cuando ya está poniendo en nuestras manos el regalo del Año de la Misericordia. Hoy se inaugura, hoy tenemos este hermoso paquete entre las manos, con el mejor papel, sin desenvolver…
Escuchemos sus propias palabras: «Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes».
Fijaos, el Papa nos pide tres cosas para empezar, para poder poner en marcha en nuestro interior este Año de la Misericordia:
- Tener la mirada fija en la misericordia (ojos abiertos),
- ser signo de cómo actúa el Padre (mano pronta) y
- hacer más fuerte y eficaz nuestro testimonio (corazón sensible).
¿Qué es la misericordia? Porque es fundamental que lo sepamos para poder recibirla, acogerla y repartirla, y nos dice el Papa Francisco que es:
Un Misterio que se contempla.
Fuente de alegría, de serenidad y de paz.
El acto último y supremo por el cual Dios viene a nuestro encuentro.
La ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano.
Es la vía que une a Dios y al hombre.
Abre el corazón a la esperanza de ser amados sin tener en cuenta el límite de nuestro pecado.
¿Cómo no hacer del día de hoy un día especialmente dedicado a la adoración de la Misericordia del Señor, a la acción de Gracias por su Bondad, a la con-templación de su Gracia derramada en María y en cada uno de nosotros? Porque no por casualidad se abre este Año tan especial en este día de la Inmaculada. Ella que fue elegida limpia desde siempre, Ella que es la Llena de Gracia, la que pisa y vence el Mal con la fuerza de su entrega, nos recuerda que a nuestro pecado Dios siempre responde con la Plenitud de su amor, que su misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y que nada ni nadie puede poner límite a su amor.
Así María Inmaculada se convierte hoy en auténtica Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza. Párate un momento hoy y permítete EXPERIMENTAR, PALPAR, TOCAR, SABOREAR, GUSTAR…el amor de Dios que quiere derramarse en tu vida como lo hizo en la de María. Abre la puerta de tu vida a su Presencia que desborda perdón, compañía, ternura, MISERICORDIA. Abre también tu vida a la presencia de María, Ella va a ser la mejor compañera en este camino que empezamos hoy a recorrer. Nos invita el Papa a que dirijamos nuestro pensamiento a Ella, la Madre de la Misericordia; la dulzura de su mirada acompañará este Año Santo, para que redescubramos la alegría de la ternura de Dios. Ella custodió en su Corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús y en ese corazón, lleno de Misericordia, vivimos todos los que nos sentimos y llamamos HIJOS DE SU INMACULADO CORAZÓN. Viviremos este año rodeados de la Misericordia de Dios, igual que un pez vive rodeado de agua, ¡qué regalo!
Nos invita también el Papa a dirigirnos a María con frecuencia con la oración de la Salve, para pedirle una y otra vez que «vuelva hacia nosotros sus ojos misericordiosos» y que nos «muestre a Jesús» rostro concreto de la Misericordia del Padre, que se hace en Él viva, visible, de carne y hueso.
Vive este Adviento muy unido a María, esperando con la puerta santa de la intimidad de tu vida abierta de par en par a la Misericordia de Dios que se hará pequeña y de carne en Belén de Judá y en cada corazón que quiera acogerlo. ¿Será el tuyo?