El pasado 14 de febrero el Señor llamó a su Presencia a nuestro hermano José Manuel Carrión, misionero claretiano que intervino de modo decisivo ayudando a sembrar en Venezuela la semilla de Filiación Cordimariana.
Como a su Fundador, Claret, le preocupaba la extensión de todos sus sueños misioneros y su mirada atenta descubrió pronto el modo de dar cauce a uno desconocido aún en el ámbito de su trabajo evangelizador. Cuando supo de los deseos de consagración al Señor y de presencia en el mundo de dos jóvenes de Barquisimeto, vislumbró enseguida el germen venezolano del Instituto Secular de la Familia Claretiana: Filiación Cordimariana. Su palabra supo poner entusiasmo en el corazón de cada una y su buen hacer le llevó a ponerse en comunicación con el Gobierno General del Instituto en el que encontró respuesta inmediata. Corría el año 1995 y la Directora General, María Pilar Bermejo, quien, providencialmente, proyectaba por esos mismos días una visita a los Centros de América, no dudó un instante en incluir Barquisimeto en el itinerario inicialmente previsto. Así comenzó la andadura de Filiación Cordimariana en Venezuela.
No es éste el momento de contar la historia de ese Centro, sino, simplemente, de agradecer al Señor la fidelidad de uno de sus hijos que, con sencillez, una gran humildad, siempre en un segundo plano, ayudó cuanto supo y cuanto pudo al enraizamiento de nuestra familia institucional en tierras venezolanas. Asumió el acompañamiento espiritual de los primeros miembros y la dirección de los Ejercicios Espirituales mientras le fue posible por la distancia y la dedicación que implicaron nuevos destinos misioneros que le alejaron físicamente de Barquisimeto.
El sacerdote, amigo y guía, fue un misionero incansable y un animador por excelencia, motivándonos siempre al trabajo vocacional, feliz cuando se le invitaba a una convivencia con jóvenes, sin importarle si eran pocos o muchos participantes. Le gustaba decirnos: “se necesitan mujeres valientes que opten por el seguimiento a Jesús, ese ¡Jesús de Nazaret!” Vivir en comunión con él y recibir la fuerza del Espíritu Santo.
En 2001, cuando se celebró la primera consagración de las dos primeras venezolanas, el padre Carrión compartió el momento sintiéndose inmensamente feliz. Así lo manifestó a María Teresa Cuesta quien, como Directora General en esa fecha, recibió los votos de las nuevas consagradas. Carolina Sánchez, que la acompañaba en este viaje, fue también testigo de aquella hora inolvidable.
No queremos dejar de lado un testimonio más, de otra Directora General, Elena Rodríguez, que así se expresaba cuando tuvo noticia de su fallecimiento: “Recuerdo mucho su carisma para hablar a los jóvenes de nuestra vocación. La primera consagración de Antonia Avendaño fue aprovechada para dar una clase magistral de la vocación en una Iglesia repleta de jóvenes, no lo olvidaré”.
El padre Carrión fue un enamorado de los institutos seculares. Amaba a Filiación, y esto lo llevó incluso al acompañamiento de otro instituto secular. Soñaba con una Filiación fuerte en Venezuela; estaba convencido de que los institutos seculares favorecen y promueven la consagración plena de sus miembros por la vivencia de los consejos evangélicos, sin salir del entorno que les toca vivir: el trabajo cotidiano, la inserción en los barrios y las diversas estructuras políticas y sociales que les correspondan por el ejercicio de su profesión u oficio.
Desde mi corazón doy gracias al Señor por haber elegido al padre Carrión para contribuir, desde su carisma de Hijo del Inmaculado Corazón de María, a que naciera Filiación Cordimariana en tierra venezolana.
Carmen Bracho – Centro Menor de Barquisimeto, Venezuela