El amor de Dios es mucho más inmenso de lo que nos acercamos a imaginar, su lógica va más allá de nuestro propio entendimiento. Él lo arriesga todo y se pone por entero en manos de la
humanidad. Es Dios mismo el niño que nace y se confía a los brazos de María. El niño que ahora ríe, llora, duerme. Que recibirá nuestra caricia, nuestro beso, nuestro canto. Que dará sus primeros pasos, jugará con sus amigos y más adelante aprenderá un oficio. Es el que enseñará otro camino, encenderá innumerables corazones con un fuego que ya no se apagará. Que crecerá y cambiará la historia.
Entremos en silencio y contemplemos a este bebé que acaba de nacer.
Acerquémonos a la Palabra hecha carne, la misma que tiene que aprender a hablar.
Alegrémonos con Jesús, que duerme escuchando de fondo los latidos en el pecho de la mujer del Sí.
Contemplemos este misterio del Amor que toma cuerpo. Es la lógica del Dios enamorado de lo pequeño. Celebremos juntos que Dios está con nosotros.
Feliz Navidad.
Un abrazo en el Corazón de María, Madre del Dios de la ternura.