‘El gran spoiler. Te lo han contado muchas veces, pero solo tú puedes vivirlo’. Así se convocaba en Madrid a los jóvenes de Gijón, Segovia y Madrid de entre 16-18 años de las posiciones claretianas para compartir la vivencia de la Pascua en Los Molinos, Madrid. Desde el Miércoles Santo al Domingo de Resurrección, en torno a 40 jóvenes vivieron en primera persona lo que todos los años recordamos en estos días de Semana Santa.
Junto al Equipo Provincial de Animación Pastoral (EPAP) de los misioneros claretianos de la provincia de Santiago (España), preparamos la celebración del Triduo Pascual y tratamos de aterrizar lo que significa y llena de sentido nuestra propia vida. Vivir para poder transmitir fue lo que movió todas las celebraciones y actividades que querían ayudar a los jóvenes a tomar conciencia de la importancia de dejar que Jesús hable en sus vidas, que los invite a vivir el Amor con mayúscula, que descubran que la Cruz es pasión y entrega para aquel que es capaz de llegar hasta el final de sus consecuencias y que la luz del Resucitado nos invita y nos impulsa a contar también a otros lo que hemos visto y oído.
Cuatro días de intensa actividad, de oración, de dejarnos tocar por Dios, ¡y vaya si tocó corazones! El miércoles llegábamos a una Jerusalén en fiestas que se preparaba para la celebración de la Pascua. Un Domingo de Ramos que nos desveló el primer spoiler: la presencia eucarística de Jesús entre nosotros. Entramos a la fiesta a Jerusalén, después de conocer el testimonio de varias personas que se encontraron con Jesús y desde entonces cambió sus vidas. Y de pronto, entre palmas y gritos de hosanna, Jesús se hizo presente, invitándonos a un rato de adoración para reconocer en Él al protagonista de esta historia.
El Jueves Santo nos desveló varias formas de amar que vivimos habitualmente, de entre las cuales destaca el amor fraterno, que celebramos en los Oficios de la cena del Señor. Un amor que se arrodilla, que se acerca a nuestras miserias y, lejos de huir y dejarnos, permanece con nosotros y nos abraza.
Ese amor, vivido hasta sus últimas consecuencias, nos empuja irremediablemente a la entrega de la vida. Como Jesús, permitir que el amor revuelva nuestra vida nos pone en sintonía con la entrega hasta el extremo de la Cruz, que lejos de acabar con nuestras esperanzas, nos permitió gozar de la presencia de María, que nos alentaba a seguir esperando, a confiar. Y en esa espera inquieta de los que saben que todo acaba bien, vivimos el Sábado Santo con la incertidumbre de la celebración en la noche de la Vigilia Pascual. Una celebración cargada de luz, alegría, vida. El canto y las risas se unían a un sentimiento profundo de alegría por la resurrección del Señor, que de alguna manera nos hacía sentir y vivir esa vida nueva. Dispuestos ya a contar a otros y desvelarles el spoiler de sus vida: que Cristo vive y nos quiere vivos.